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Agalma : Revista de psicoanálisis y cultura  
 
  LA SEXUALIDAD FEMENINA 20-04-2024 09:46 (UTC)
   
 

JUAN PABLO SANCHEZ DOMINGUEZ

 

 

"El hombre cree creer. El cree-cree-cree crea-crea-crea-él crea-crea-crea la mujer. En realidad, la hace trabajar, en el trabajo del Uno."

 

J.Lacan (seminario Aun)

 

A manera de introducción puedo comentar que, lo femenino y el dispositivo analítico han tenido a lo largo de los años encuentros y desencuentros y le han permitido al propio psicoanálisis por que no decirlo, su “invención” basta recordar que con el “Caso Dora” se inaugura la clínica Freudiana, y de igual manera cuando hablamos de Lacan no podemos olvidar que en el año de 1932 publica un libro sobre el caso de (Marguerite Anzieu) que él consideró un caso de paranoia de autocastigo (el caso"Aimée"). Es por ello que partiré de dos vertientes claves para  el abordaje, por un lado las direcciones que inicialmente toma con Freud el trabajo clínico femenino y por el otro, el trabajo  que realiza Lacan al respecto.

 

Argumento Freudiano.

El trabajo que se ha realizado en torno a la sexualidad femenina  ha permitido en psicoanálisis ir descubriendo la vida sexual de la mujer adulta, sin embargo, lo que Freud denominará en los primeros años de sus investigaciones a partir de sus pacientes histéricas, será qué; la vida de la mujer adulta sigue siendo un “dark continent” será entonces para nuestros días el presagio para la ciencia, la religión y lo social, no así para el psicoanálisis, puesto que en este sentido al inicio de los años del descubrimiento del dispositivo analítico Freud tendrá algunos encuentros  fructuosos con respecto a la sexualidad femenina,  para el año 1900 con el caso Dora.  Para 1905 en tres ensayos y una teoria sexual, Freud afirma aquello que será fundamental para la comprensión femenina, que solo existe una libido, la masculina y que la sexualidad de la niña pequeña tiene un carácter enteramente masculino, originando de este modo que en la niña la zona erógena rectora en un primer tiempo se sitúa en el clítoris, al cual más tarde habrá de renunciar y tendrá que hacer un  cambio de órgano sexual rector, a un objeto sexual.

De igual manera  afirmará  que el primer objeto sexual para el infante es el pecho materno, el cual se torna paradigmático y como vinculo de amor, sin la necesidad de ser especifico el objeto, es decir, lo que se pone en juego es la erotización de la zona oral, a saber, no es el objeto el que juega allí el rol esencial, sino el efecto  que la actividad ha tomado, una función erotizada sobre el plano del deseo, el cual se articula precisamente en el orden simbólico. (1)  De este movimiento surge para la niña, la espera y desmentida en un momento posterior del pene, que en la vida infantil no es ni raro ni peligroso, de esta manera la niña se rehusará al hecho de su castración, de este modo se expone la dificultad que habría de presentar la infante al realizar un trabajo distinto al del varoncito para poder alcanzar el complejo edípico, más tarde para 1906 Freud apunta que el daño narcisista  que la madre provoca en la niña permite la formación de un resentimiento por parte de ésta por no haber sido dotada de manera “suficiente” de pene por parte de la madre, esto es, y a diferencia del varoncito a lo que la niña se enfrenta por primera vez, a saber,  con lo real de la falta que la constituye y para lo cual tratará de de-mentir de ahora en adelante. Esta hostilidad con que la niña abandona a la madre como objeto de valor fálico, será esto la fuente de lo que más tarde encontraremos en Lacan como el estrago -en la pequeña hija.  Estrago que la forzará, por un lado a la frustración y por el otro a la aspiración en un nuevo giro del segundo momento, a decir, la ligazón hija-madre

Si bien, tras esto no tardará en florecer los celos hacia los niños a quien la madre “ama mucho mas” en la medida que les ha dado “más que a ella” con esto la infante adquiere la posibilidad de desprenderse de la ligazón fálico-imaginaria  que de su madre “sacaba” algo de provecho y que hasta el momento se había servido, impidiéndole de esta manera la renuncia aun supuesto goce absolutizado, fuera de dialéctica, denotando así para la pequeña un encuentro con el goce del Otro como imposibilidad de ser aprehendido “todo”, abriendo de esta forma el camino al goce posible “el fálico”, éste será la vía por la cual irá marcándose la relación de la niña con un (-) por no haber recibido “lo suficiente”. Esto de alguna manera será motivo para la bifurca de la posición masculinizada en la niña.

 

Existe otro suceso que se circunscribe en este recorrido de la niña y que de igual modo tiene sus consecuencias psíquicas, a decir, lo que Freud propone como la masturbación clitorea infantil, aun tratándose de una práctica muy masculina no es exclusiva y los efectos que podría otorgar esta práctica en la niña podría ser la enfrenta con el niño varón y la humillación narcisista a raíz de la diferencia anatómica entre los sexos. (2) Lo que resulta de este hecho es la transferencia de la estimulabilidad erógena del clítoris a la vagina, de este modo la mujer habrá mudado la zona rectora, para su práctica sexual posterior. (3) Sin embargo, se tratará de una renuncia en este caso del carácter enteramente masculino con la ayuda un poco después de la oleada represiva de la pubertad.

 

El interés de Freud sobre la sexualidad femenina mostró grandes frutos  puesto que en 1915 se le presentan dos casos muy peculiares, uno de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica, donde lo esencial radica precisamente en la relación de la paciente con la madre y  por el otro, un caso de homosexualidad femenina. Después de esto para 1919 se publica pegan a un niño que despliega las investigaciones en torno al desarrollo sexual infantil.

 

De igual modo para 1920 surge finalmente la pregunta; Entonces; ¿Que hay para la mujer? En la medida en que “hay una diferencia entre los sexos”  más tarde a partir del trabajo clínico logrará determinarse que, particularmente las niñas no viven la amenaza de la castración como el varón, sino al contrario, en ellas la sobrevenida es de certeza y se dirigen a buscar lo que les falta, de aquí lo que marcará la dinámica  femenina, es decir, la manera de incluir al otro, de aquel del cual va a tomar aquello que le ha sido supuesto negado. Esta condición puramente subjetiva permite poner en juego algo que hasta ese momento en la niña no había sido localizado “de un goce fuera del falo”. Un goce del cual no se puede hablar en la medida que se encuentra fuera del orden del significante, es decir sin el límite que el significante le otorgará, con esto se aproxima  al no-tener Freudiano (Penisneid) a decir una determinada relación fundamental con el falo, que se traduce a diferencia del hombre el respeto genuino ante la castración.(4)

Un respeto que puntualiza Miller, se refiere, a aquello que no se debe “ver”, que no se debe tocar, como el pudor, el respeto apunta a la castración algo que se encuentra velado y en la mujer apunta a  la falta fundamental que en ella está.

 

La cuestión femenina desde Lacan. 

La forma en que Lacan introduce lo femenino será partiendo de la vertiente pulsional, a decir que: los humanos gozan parcialmente del falo y no del sexo, en la medida que la meta misma de la sexualidad es la reproducción y no así de la pulsión, este encuentro del goce del sexo se lo supondrá a los animales, partiendo de este encuentro distintivo Lacan mostrará y escribirá en el seminario –Aun- que solo hay una inscripción posible en el Icc y no se trata del significante hombre o mujer sino que solo hay un significante; el falo.(5)  De este modo la mujer tendrá un camino distinto al varón, en la medida que para acceder al goce  lo tendrá que hacer desde afuera, la entrada al complejo edípico será como se diría “con un pie afuera”  esto quiere decir que la entrada desde su constitución imaginaria es apostar al encuentro de aquello de lo cual ha sido despojada, “sin saber” que su sexualidad se instaurará por la misma vía, la de la carencia, es por ello que se podrá afirmar que la castración en ella es originaria. (6) De aquí la pronunciación lacaniana “ la mujer no existe” lo cual no se interpreta que la mujer no exista en sentido antológico, a lo que nos hace referencia es que a diferencia del varón la mujer por ésta relación tan cercana con la castración, está más cerca de la nada, sin embargo lo que se podría encontrar en ese lugar será la invención femenina, a saber,  será solo semblante, “las mascaras de la nada” una incesante necesidad de cubrir lo inherente a su estructura, he aquí el goce de la mujer “goza de lo que no es”.

Sin embargo, aunque la castración en la mujer resulte inherente a su estructura y que sea éste el modo por el cual se ubique en cierta posición sexuada y le otorgue la posibilidad de definir su objeto de elección de amor,

De este modo igual que Freud diría que la mujer esta hecha para el amor, ser amadas auténticamente por el hombre, sin embargo esta posición se torna muy incomoda en la medida, que ellas no se encuentran dispuestas a resignarse a ser colocadas en la posición de objeto en el orden simbólico, tornándose esto entonces como el fantasma de su “injusticia fundamental”  a esto diría Lacan, la rebelión de las mujeres no es cosa de ayer haciendo referencia por aquellos que se dejan engañar por batallas emancipadoras de “la mujer”  y al respecto pondrá como ejemplo a las familias patricias en Roma, en la cual el suceso frecuente es que las mujeres envenenaran a sus maridos, de lo cual se traduce la lucha contemporánea sobre la igualdad plasmada por la ilustración y la lucha incesante por el reconocimiento de la diferencia  postmoderna, lo que resulta interesante es que esta posición  “injusta” sobre la cual luchan a “muerte” es la misma a la cual quieren renunciar, a saber, el estatus falocentrico en donde la mujer no deja de ser el “Otro”.

Sobre esta injusticia nos responde Miller al mencionar que “podríamos tal vez, decir, no dejaría de ser divertido, que el origen mismo del concepto de justicia se debe buscar en la queja femenina” a decir la misma queja de injusticia fundamental que la coloca en el lugar  incomodo en tanto que fluctúa entre ésa tentadora posición, por un lado, quedarse presa de su propio ser y por el otro fuera de él.

De este modo, La mujer seguirá haciendo corto circuito en la medida en que no desee hacer de su propia constitución, de esa falta en su ser la manera de metabolizar su falta. Tendría entonces que dejar de insistir en colmar ese agujero que en efecto las coloca como “La mujer”. Es por eso que Lacan retoma en el seminario –Aun- la siguiente frase: La mujer solo puede inscribirse tachándo/LA, se puede decir que ese LA es un significante que se rehúsa a la pluralización, por tanto serán  mujeres aquellas situadas desde su singularidad, respondiendo a la modalidad de su castración.


Verdaderas mujeres.

Respondiendo un poco a lo anterior, nos menciona Lacan que el acto de una verdadera mujer seria entregar aquello que tiene como más preciado, para abrirle al hombre el agujero que no podrá colmar.

Siendo claro este desarrollo solo será capaz de producirse si y solo sí la función paterna es capaz de sustentarse como ley, a decir, que le permita que, la pequeña logre la dialéctica fálica.

Por otro lado, el acto de la verdadera mujer, se pondrá nuevamente en juego en el  advenimiento de ella  como madre y en esa relación con la nueva infante se abrirá la posibilidad de saturar la falta que la constituye, sin embargo, el acto materno representará el factor diferencial entre la división o saturación, dígase de otra manera, si para su madre la pequeña constituye el valor fálico por excelencia saturará y si no, vendrá a dividir(7), pero esto no ocurre sólo, el efecto en la pequeña será inaugural en tanto que la colocará en una posición según ella poco atractiva para colocarse como objeto de valor fálico que a decir verdad solo apuntará al daño imaginario por un lado de no haber recibido lo suficiente y por el otro a no “ser” suficiente, lo que se inscribe como posibilidad de volver a jugar la misma partida desde la posición de la carencia, pero ahora con el estrago mismo que esto le deja, es decir en posición privilegiada para hacerse ultrajar -en sentido erótico- de aquí en adelante por el hombre.

 

 

 Bibliografía.

 

1.-)  Lacan, J. La relación de objeto. Libro cuatro. Editorial paidós. Buenos Aires, Argentina. Primera edición 2004.

 

2.-) Freud, S. Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos. Obras completas Vol. XIX Amorrortu editores. Buenos Aires Argentina. 1976

 

3.-) Freud, S. Tres ensayos de la teoría sexual. Obras completas. Vol. VII. Edit. Amorrortu, Buenos Aires, Argentina, 1976.

 

4.-) Lacan, j. Las formaciones del inconciente. Libro cinco. Editorial Paidós. Buenos Aires, Argentina. Primera edición 2003.

 

5.-) Lacan, j. Aun. Libro veinte. Editorial Paidós. Buenos Aires, Argentina. Primera edición 2004.

 

6.-) Miller, J-A.  De mujeres y semblantes, Cuadernos del Pasador. Buenos Aires, Argentina, 1993.

7.-)  Miller, J-A.(2005)  El niño, entre la mujer y la madre. Revista digital de la escuela de orientación lacaniana. Año IV, número 13.

En línea:

http://www.eol.org.ar/virtualia/013/default.asp?notas/miller.html

 

 

 

 

 
  CORDINADOR: Juan Pablo Sánchez Domínguez
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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